En el imaginario popular venezolano, la figura de José Gregorio Hernández transita entre el mito milagroso y el médico de los pobres.
Según relata el padre Numa Molina, testigo clave en su proceso de canonización, José Gregorio no se convirtió en santo por un «postdoctorado» en santidad, sino por una existencia tejida día a día desde un «evangelio vivenciado».
En el imaginario popular venezolano, la figura de José Gregorio Hernández transita entre el mito milagroso y el médico de los pobres. Sin embargo, detrás de la estampa familiar se esconde la historia de un hombre de carne y hueso cuyo testimonio de vida, marcado por la humildad, la ciencia y un profundo humanismo, fue el cimiento sobre el cual se edificó su santidad.
Según relata el padre Numa Molina, testigo clave en su proceso de canonización, José Gregorio no se convirtió en santo por un «postdoctorado» en santidad, sino por una existencia tejida día a día desde un «evangelio vivenciado».
«Los verdaderos santos no andan diciendo que son santos, siempre se reconocen pecadores hasta el final. Y ese fue José Gregorio. Él lo único que sí sabía era que debía hacer las cosas bien», afirma el padre Molina, destacando la solidez y la ausencia de «aspavientos» en su fe
Lejos de la hagiografía que a veces intenta vincularlo a linajes europeos, el religioso subraya sus orígenes campesinos en Isnotú, una aldea tan pequeña que para ser bautizado en Escuque «lo llevaron en un canasto, en un cesto de junco», cargado a hombros por un cargador que también ganaba así su padrinazgo.
Un humanista integral
Más allá del médico, José Gregorio fue un «hombre polifacético» y un «humanista». El padre Molina lo describe como un «defensor de los derechos humanos» avant la lettre, cuya lucha se materializaba en su entrega a los más pobres, garantizándoles el derecho a la salud.
Cuando en 1912 cerró la Universidad Central de Venezuela, no dudó en buscar un colegio prestado para impartir clases gratuitas a sus estudiantes, arrastrando consigo a otros médicos para atender a una juventud ávida de conocimiento.
Su ciencia no era fría ni distante. Quienes lo visitaban no encontraban solo a un galeno, sino a un ser humano que «les tocaba el alma con su conversación». El padre Molina explica que José Gregorio entendía al paciente de modo integral, anticipándose a lo que hoy la neurociencia confirma: que muchas dolencias tienen un origen emocional.
«Era difícil encontrar un médico, un científico, un investigador, que además estaba transparentado por el espíritu», asegura.
Esta cualidad de «dejar pasar la luz», como definió una niña a un santo al observar los vitrales de una iglesia, era lo que la gente percibía en él. «La gente salía, no solamente con la fe de tomarse un medicamento (…) sino la infusión espiritual que él transmitía», relata el religioso.
Aunque su vocación sacerdotal no se concretó, el padre Molina sostiene que «José Gregorio fue un sacerdote, porque sacerdote quiere decir consagrado, y él consagró su vida a la medicina e hizo de la medicina una consagración al pueblo».

El Camino hacia los Altares: El Milagro de Yaxuri
El proceso formal de canonización encontró un impulso decisivo en un hecho ocurrido en San Fernando de Apure: la milagrosa recuperación de la niña Yaxuri.
El padre Molina conoció el caso a través del neurocirujano tratante, el doctor Alexander Gririnsky, quien, aun desde su perspectiva científica, no podía explicarse cómo la pequeña había sobrevivido sin secuelas graves a un impactante traumatismo craneoencefálico.
La cadena de «milagros», como la califica el padre, comenzó cuando, de forma inesperada, la madre de Yaxuri volvió al consultorio. Al ser interrogada, reveló que, desde el accidente, había pedido insistentemente la intercesión de José Gregorio Hernández, a pesar de no ser una devota familiarizada con sus lugares de culto.
«Es una mujer humilde del campo, ajena a todas estas informaciones», explica Molina. Este testimonio, unido al inexplicable cuadro médico, fue la «pedrada al piso» que necesitaba la postulación en Roma.

La visión del Papa Francisco: un santo para la unidad
El papa Francisco mostró un interés personal en la causa. En una audiencia privada en 2013, el padre Molina le habló de José Gregorio y el Pontífice recibió el encargo de investigar su estado. «Hombres como ese unen a los pueblos», fue la primera reacción de Francisco, quien, preocupado por la violencia en Venezuela, vio en el médico venezolano «un santo que une a los venezolanos».
Según el padre Molina, el Papa comprendió que José Gregorio podía ser un «terreno de encuentro» para un país polarizado. «El amor a la patria, eso te une a ti, que eres de izquierda radical, tú que eres de derecha radical, eso los une», explicaba Francisco.
Esta visión se materializó no solo con la canonización, sino también al nombrar a José Gregorio copatrono del Ateneo Pontificio, el organismo que aglutina a las universidades pontificias de todo el mundo, un honor que pocos conocen en América Latina.
Un legado para el venezolano de hoy
Frente a la tentación de reducir a José Gregorio a un «santo tapahuecos» que resuelve problemas puntuales, el padre Molina hace un llamado a redescubrir su ejemplo integral. «Léete y estudia la vida de José Gregorio como el ejemplo de un venezolano que fue capaz de ser integral, de ser un venezolano ejemplar y además de ser santo», exhorta.
Su mensaje final es una invitación a la esperanza y a la acción, especialmente para los jóvenes: «Tú puedes ser hoy un José Gregorio de los tiempos actuales. José Gregorio nos está diciendo, mira, que yo fui un laico, profesor universitario, estudioso, pero también un campesino y yo llegué a la santidad. Entonces tú sí puedes».
En un país que lo venera, la herencia de José Gregorio es la prueba de que la santidad no es un privilegio, sino una vocación accesible en la entrega humilde y constante al prójimo.
Autor: teleSUR: NH
Fuente: teleSUR


